La Princesa Yasevé

Blog Literario, desde el rincón de los olvidos

miércoles, 18 de enero de 2017

140 Caracteres

140 Caracteres

Blog literario, relato
140 Caracteres, relato

Con la velocidad del tren su mirada se pierde entre los postes de luz, que como puñales hieren la tierra en sacrificio al cielo. Berta contempla sin atender al paisaje de campos yermos de los Monegros, ni al dorado de los campos castellanos. En su mente tan sólo el objetivo de un café negro como sus ojos, intenso como sus mensajes y fuerte como su pasión. Sí, porque aquel viaje era la cita oficial y convencional, a aquellos encuentros en la trastienda de la red social.
A la memoria de Berta se amontonan los recuerdos de minutos robados a los quehaceres de cada día, sin poder ordenar cronológicamente como nació aquella complicidad entre dos extraños, y a la vez tan cercanos. Fue un tuit, 140 caracteres, 140 signos, letras, símbolos, arrumacos a la sociedad para presumir de modernidad, que lanzados a las ondas cibernéticos propició un primer encuentro, un acercamiento donde se rozaron con las yemas de los dedos ensangrentadas por el pálpito de lo que podía suceder. Ella a la velocidad del AVE, cierra los ojos para imaginar aquel tuit que fue el principio de…
“Mujer de otoño sacudiendo hojas al viento, vaciando recelos y desprecios, conciencia y deshechos, rencor y pudor, lágrimas y pesar #silencio”
Recuerda su respuesta “Mantén tus hojas perennes”.
Un –hola, me gusta lo que escribes, fueron las palabras de aquél que tras un pseudónimo guarda con ahínco su intimidad. Sí, Berta vuela con aquellas palabras que se tatuaron desde aquel preciso instante en su retina y en su piel.
Tras sus ojos pueblos desencantados, desangelados sólo cubiertos por los viejos de piel curtida al Sol de los años, y al frío de los tiempos, desconocedores de tuits ni de redes sociales. En esos pueblos de la España profunda donde el pudor cohibía a los jóvenes en verbenas de verano, el amor nacía a base de compromisos familiares y a furtivos encuentros en los campos de labriego, ¡eran otros tiempos! piensa Berta, mientras sus pupilas resplandecen como brillo del cristal de swarovski. Rememora cada mensaje que en cuentagotas aquel desconocido de palabras tiernas proyectaba en su móvil la mayoría de veces, o en su portátil el resto. Inicios triviales de un idioma escondido entre líneas, cuyo significado sólo pueden entender ellos, donde las insinuaciones y las promesas evidencian algo más que una aproximación de un minuto robado a la rutina. ¡Cuánto sabe Berta de mensajes!, porque la red social es la nueva forma de tocar a las personas sin tacto ni contacto, constatando la soledad que envuelve estos tiempos de correcuitas y estrés, de carreras y competencias. Supo que aquel MD era diferente, respondía a las señales de humo que en forma de pajarito azul lanzaba al tornado de palabras y signos que navegaban por el cibercielo de consumo y  SOS, una elipse de imágenes y desmanes lingüísticos para salvaguardar al mundo del abandono social.
Berta contempla al Sol candente en esta mañana de otoño, mientras el tren acelera su paso a golpe de tecnología, frenando sólo allá donde la ciudad se convierte en el refugio de tantos que nacieron o llegaron para fortuna de una vida mejor. Dos estaciones más y Berta despierta el instinto de sus nervios que se instalan en sus entrañas. El temor se asoma ante sus dudas, -¿será quien dice ser?
Aflora a su mente los versos de Hernández, aquellos que él escribió en un mensaje:
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
Versos que unen en el tecleo de letras y pulsaciones aceleradas por un mensaje de sutilezas y divagaciones sobre el ayer y el hoy. Historia de dos exiliados del amor que necesitan una sola excusa para volver a confiar y saciar la sed de inquietudes e incertidumbres, desarraigos de jirones de piel mutilada por el dolor de quienes fueron espectros de sus pasados.
¡No! no puede ser el fraude de la persona que puede amar al poeta y engañar a la mujer que corre al encuentro de un café negro, intenso y fuerte.
En su pensamiento Berta reconoce trenes y vías, contenedores y mercancías, bienvenida a la estación de su destino, donde le espera una cita de media tarde, el final de un trayecto para quitar las dudas y las confusiones a las misivas del desconocido que calma la marea de su alma sin pervertir la inocencia de la chica de los 15 años.
Por los altavoces del AVE, la azafata de turno anuncia la llegada y fin de trayecto. Agradeciendo la atención de los pasajeros, la bienvenida a la capital del Reino y la temperatura ambiental, día soleado, 8º de temperatura y humedad atmosférica del 60%.
Pulso acelerado, temblorosa y el mareo del vértigo de emociones reconocen a Berta, mientras necesita asirse a una certeza para resucitar aquella parte de ella que murió tiempo atrás, en una vida ya pasada pero no del todo olvidada, donde las mentiras consumieron su cuerpo y su esencia.
Berta desciende del tren, y adecua sus ojos ante el trasiego de personas y maletas, de idas y venidas. Encarrila sus pasos hacía la salida de la estación donde la esperanza se mimetiza en aquel desconocido de mensajes de 140 caracteres.
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