La Princesa Yasevé

Blog Literario, desde el rincón de los olvidos

jueves, 19 de enero de 2017

Carta a mi hija

Carta a mi hija

2016-02-25 18.37.47

Querida hija.
Nunca me imaginé sentada delante de mi portátil, escribiéndote estas palabras. Palabras que arrastro muy dentro de  mí en los últimos tiempos. Tiempos convulsos de enfermedad, de separación, de cambios hormonales… de tantas cosas.
Tu concepción fue una decisión muy meditada por mi parte, pero en el momento que te noté en mi vientre supe que era la mejor decisión había tomado en mi vida. Luchaste por vivir dentro de mí aunque yo no te facilité las cosas. Sabías que tenías que nacer, para que yo viviera. Tú, mi vida; yo la demencia. Aún así, siendo esa pequeña muñeca, tu fortaleza, tu obstinación por cuidarme, triunfó. Creciste sin sentirme demasiado cerca: el trabajo, mi enfermedad…Pero esperábamos que cayera ese día en el cual compartir momentos de lectura y conversación, en aquella cama matrimonial. Entre tú y yo, en el mismo momento de nacer, creció una conexión profunda: éramos más que madre e hija. Y a pesar de que nuestro tiempo era limitado, más por culpa mía y mi obsesión al trabajo, aquellos momentos fueron sólo nuestros:  nuestro universo inmune a todo y todos.
Fuiste creciendo en altura, en madurez; y yo lo hice más decrépita, enferma en cuerpo y en alma. Ya no era el trabajo quien nos separaba. Mi aislamiento, mi depresión… en definitiva, yo te alejaba de mí. Siempre te negaste a abandonarme, tozuda como una mula, buscando un resquicio en mi mente que me sacara una sonrisa. Intentabas mantenerme enganchada a la vida, y tú, querida hija, eras el finísimo hilo del que me pendía.
En este tiempo jamás me has reprochado nada en absoluto de todo aquello vivido. Supongo, que porque en mis estados de cordura me desvivía por ti: reíamos, leíamos, bailábamos, y sobretodo conversábamos de la vida. Intentaba enseñarte lo mucho o poco que sé de ésta.
Aún recuerdo la primera vez que fuiste consciente de que tu madre era diferente al resto de las mamis del cole. Aquel domingo que te dejaron visitarme en aquel despacho del hospital; te abrazaste a mí y la emoción flotaba en el aire. Tus abuelos lloraban de vernos abrazadas…
Desde entonces tienes pavor a los médicos y temor a que te alejen de mí. Por desgracia, viviste otros momentos similares. Por eso, cuando decidí cambiar el sentido de mi vida, para dejar atrás el pasado, cerrando etapas e iniciando de nuevas, mi mayor ansiedad era tu reacción.
Pero como siempre, nunca dejas de sorprenderme y esa madurez con la que ya llegaste  al mundo, esa necesidad de protegerme, ese amor desbordante hacía mi; originó en ti toda la comprensión del mundo. Sabia como eres en tu mente adolescente, consideraste que era lo mejor para mí, y por lo tanto, para las dos. Tú simplemente deseas que VIVA. Aunque todo ello ha supuesto no estar juntas todos los días, nuestra conexión ha crecido en proporción a las horas, minutos y segundos que no compartimos. 
De tu boca ni una sola palabra de reproche ante todo lo que han querido explicarte desagradable de “mi abandono”. Las malas bocas hablan sin conocer nada de nada, hablan gratuitamente por que no tienen otra cosa que hacer: meterse donde no son invitadas. Pero tú, firme, siempre a mi lado, obstinada en que esté bien y ante todo, que sea feliz.
Ahora nuestros momentos juntas son diferente. Seguimos compartiendo más risas que nunca: las conversaciones sobre los amigos, los chicos, cómo me han crecido los pechos…¡hasta altas horas de la noche!, tus bailes y tus whasaps. ¡ bendita tecnología ! que nos acerca mucho más. También nuestras continuas riñas, y ya sabes el porqué : tu desorden.
Querida hija, sólo deseo agradecerte tu comprensión, tu respeto, tus ilusiones, las ganas de seguir enganchada a la vida tejiéndome  un hilo más fuerte, irrompible. Ante todo, tu Amor, el más puro que nunca podrá existir. Porque Tú y Yo somos más que madre e hija, más que amigas: somos la conjunción de dos estrellas en un Sol radiante y chispeante que se perpetúa en un Universo desafiante.
Tu curiosidad y mi poca o mucha experiencia, tu ansiedad por crecer, mis ganas de que no crezcas nunca, tu protección, mis deseos de complacerte; tu afán de verme feliz,  mi anhelo de superar la prueba de buena madre: todo esto y más se reduce a la Felicidad 
No encuentro las palabras ni la manera de expresarte  el amor que siento por ti, mi querida hija, ausente pero siempre presente.
POR TI VIVO, POR TI MUERO.

Rosa sin espinas que
llena mi vida.
Capullo que brotó en mí
vientre yermo.
Desierto exento de
oasis, dunas de hambre.
Tu resurgir provocó una
lluvia de estrellas…
Rosa sin espinas que me
llena de vida.
Viviste en mí para que
yo lo hiciera.
Por ti vivo, ojalá por ti
muriera.

Fragmento de Dolors López  en  MI PENSAR EN POESÍA de Marcos Nieto Pallarés

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