La Princesa Yasevé

Blog Literario, desde el rincón de los olvidos

miércoles, 18 de enero de 2017

Mi querido diario

Mi querido diario

Reflexión
Mi querido diario, carta, reflexión, pensamiento
¡Cuánto te he tenido relegado en ese cajón donde se acumulan notas absurdas y clips para enganchar los pensamientos olvidados! Pero hoy te busqué con ahínco, y no te encontraba. Al fin estás entre mis manos. ¿Sabes por qué te necesito? Quizás es porque eres el único que me conoces realmente, tú solo tú has desentrañado que se esconde detrás de este cuerpo resentido por el tiempo y las circunstancias.
Hoy regreso a ti para que me cobijes y me abraces como el buen amigo que consuela y anima al desesperado. Así me siento yo, esta mañana cuando el sol está por despuntar y la penumbra ilumina una ciudad silenciosa porque aún duerme. Eso es, perdí el sueño de tantas vueltas que le di a las palabras que hirieron, se desangraron y cicatrizaron en resentimiento y reproches. Mi culpa me corresponde, y por ello debo vomitarte, si vomitarte, echar de mi cuerpo y mi mente este dolor que se enquista por momentos, perdiendo la razón.
Cuando ayer por la mañana recibí su llamada, tras días sin saber de él, un vuelco sufrió mi corazón. Presentía, intuía que era un final que se estaba prologando, como los días de invierno intentando ganar rayos de sol cuando la tarde cae y la oscuridad se hace presente, poco a poco, pero profundiza en la negritud de la noche, ganando la partida. Así era esa llamada el final al caos de idas y venidas, desencuentros más que encuentros, tormentas más que la calma del cielo raso. Sin más preámbulos, sin más nada,
–mi amistad siempre la tendrás, podemos ser amigos,
¿Amigos? Eso me anunció querido diario, amigos, amigos. Tú que me conoces, que sabes de mí, del amor que le profeso, ¿cabe en mi vocabulario “ser amigos” después de todo lo vivido? Sé que me respondes que no. Tantas noches de insomnio por la preocupación de sus salidas insospechadas por mí, pero que siempre acertaba a intuir. Tantas esperas para compartir una tarde de domingo. Tantas llamadas perdidas a un buzón sin voz. Tantas fotografías en la galería de lugares no viajados. Y tantas ganas de amarle que el corazón se rompió, no en pedazos, ¡no, no!, jirones de incertidumbre, desaliento, dolor inmenso de morir y no existir.
–¿Cómo quieres que seamos amigos? ¿qué dices?, aún podemos intentarlo. Fue mi respuesta, me agarraba a un clavo ardiendo, sabiendo de la quemadura de por vida, pero no podía dejarle marchar. ¡Aún no!, precisaba de él para respirar y abrir mi ojo derecho que todo lo observa, cada mañana. Sacar mi pie derecho, el de la buena suerte, clamaba sus besos para alimentar las horas de trabajo agotador. ¡Aún no se podía marchar! Sin él no sé caminar.
Insistió, repetía con fiereza que nuestro camino eran líneas paralelas sin punto de encuentro. Mi autodisciplina irritaba su autocomplacencia. Mi orden no engañaba a sus desencuentros queridos con el cajón de sastre que está debajo de su cama. Es allí donde se reducen sus cosas, donde lo perdido por voluntad propia halla el acomodo de no ser molestado. Su suelo es su casa, y aquello encendían nuestras discusiones que sucumbían en tonos elevados y silencios dormidos. Sus pocas ganas de soñar, viajar, curiosear en el mundo, aprender de sabios, mirar por el agujero de otras personas, gozar de la brisa del mar y el viento de la montaña, detalles pequeños que se agrandaron en mí, y cuando se lo hice ver, su respuesta fue el sofá donde reposar su cuerpo, que poco a poco exhibía la prominencia de la dejadez, y el sofá era, es su universo, donde recrea las horas muertas en sueños sin realizar, porque su voluntad se resiste a no avanzar.
Me dirás que soy injusta, quizás se encuentre enfermo o algo parecido. Mas no, es mi respuesta. Él está bien, solo que el conformismo y el no sentirse atado a nada ni a nadie, le ofrecen todo lo que anhela: su filosofía de vida, más allá de eso todo le sobra.
Y me pregunto querido diario ¿por qué me buscó? Aún recuerdo como se presentó ante mí, me juró amor eterno y me besó la vida. ¡Cuántos buenos momentos esconde mi colchón! Allí se resolvían nuestras diferencias, desordenando los sentimientos, alborotando las emociones. Nos comíamos con gula y nos bebíamos con desespero en besos interminables, sin resquicios ni recovecos. Dos cuerpos matándose en lujuria, sin más arma que la pasión de las manos que recorrían mi monte perdido, y mis labios buscando el volcán de su fuego para desatar la locura de orgasmos eternos.
Querido diario, ahora mientras escribo estas palabras, consumida por la desidia, averiguo que nos unía, un colchón. Un colchón de impaciencia, que soportaba los envites de una verga que pedía a gritos su agujero caliente y húmedo donde refugiar su miedo de no dar aquello que de ella se espera. Un colchón de sueños imposibles traducidos en caricias saciantes de cuerpos brindados al sexo sin tapujos.
 Al fin y al cabo, un colchón donde descansar la nada de nuestro amor.
Mi querido diario, tú consigues calmar por un momento este dolor de un adiós anunciado desde el mismo hola. Sé mi querido amigo, que no moriré en este instante, por amor. Aliviar este escozor es tu presencia, mi herida supurara por días, incluso meses, pero una venda, una nueva gasa limpiará todas las palabras mal dichas y peor entonadas. Y esa pequeña cicatriz que se quedará grapada a mi corazón, me recordara que el amor que se escapa como el agua entre los dedos, no debe agarrarse ni arañarse. Es peor, retener el aire efímero e intangible como el amor no correspondido.
Querido diario, volveré a amar, aunque sea más de lo mismo, insistiré y persistiré, no cejaré que todas las heridas acumuladas ahuequen mi alma. Querido diario el amor nace dentro de mi vientre, y se extiende más arriba hasta el punto de desgarrar mi cordura.
Querido diario, a él que se ha ido de mi vida le lloro, mis lágrimas no son lamentos, sino decepción de no dominar el arte del amor, no poder ofrecer aquello que requieren de mí.
Tú que te vas de mi vida, no podemos ser amigos, tantas desavenencias irrumpen entre nosotros, y ser amigos de sábanas no es mi mandamiento.
Tú que te vas de mi vida, que te vaya bonito, desde mi alma en la que el resentimiento no es palabra bien recibida.
Mi querido diario, mi amigo fiel, gracias por escuchar y entender, sin reproches ni rencores. Gracias por tus respuestas mudas ante tanta cháchara de insolencia por mi parte. Gracias por desenredar los nudos de mi alma.
20060703185926-desamor
Mi querido diario, amor, desamor

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