La Princesa Yasevé

Blog Literario, desde el rincón de los olvidos

miércoles, 25 de enero de 2017

La madrugada

La madrugada

Blog literatura, relato
La madrugada, reflexión, relato, sentimientos, amor
El cansancio se adueña de mí en estos días de invierno, cuando el frío se apodera de mi cuerpo. Es curioso, cómo siento su presencia tan cerca, me embelesa con rosas heladas y negras, regalándome un día de complicidad, creciendo su sombra en mi figura y con sus susurros: “no te abandonaré, amada mía”. Así es mi relación con este invierno que me abre las puertas a sus sensaciones, arreciando en mí, pero a la vez, cubriéndome de nuevas oportunidades. El día avanza con sus idas y venidas, sus carreras, sus demandas, días de prisas, de urgencias por subsanar, más que de disfrutar. Y cuando la noche cae, se acerca y me ronda, aflora en mí la fatiga de tanto correr, el desaliento de corresponder, el hastío de no poder contemplar la vida más allá de cinco minutos. Me vence, el sueño, ni siquiera puedo imaginarte por segundos, y los ojos se achican rendidos a su deseo.
Entre las sábanas y el nórdico de plumas, ligero como ave, el frío me abraza, me besa, me acaricia, somos dos amantes en desespero, y vencidos por tanta embestida, nos sumimos en un sueño intranquilo, desquiciado por estos días de correcuitas, arañando los minutos de la noche, como los gatos que trepan tejados donde se ocultan las pesadillas de tantos secretos ocultos al día. Y sigo en el mismo lugar de cada noche, en mi huequecito de esta cama acabada de estrenar, aún no guarda recuerdos de amantes furtivos ni fugitivos; este colchón ya vela en su memoria mi peso, mi altura y mis desvelos. Así avanza la noche, en silencio, ahogado por los gritos de esta pena que se recrea en mis sueños, perdiéndome en la impaciencia. Dos horas de cierre al mundo, la tienda de mi vida colgó el cartel de closed, mas el tintineo constante de clientes indeseados, aquellos que buscan algo de mi tristeza, o aquellos otros que preguntan sin comprar, por mi presencia en este mundo, advirtiéndome por mi falta de confianza, o simplemente, recordándome un pasado relegado al olvido; impiden que mi merecido descanso culmine en el placer de las horas muertas.
Me despierto, tres de la mañana, la sed en mi boca demanda beber para saciar tanta inquietud, tanta pesadumbre. No me atrevo a poner mi pie derecho en el suelo, sin antes comprobar, si dejaste tu mensaje de cada noche, o quizás con mucha suerte, encontrarte por el mundo virtual respondiendo a aquellos que necesitan de ti. ¡No tengo suerte!, no es el momento de reencontrarnos, para sellar en un solo “Te Amo” esto que empieza a vivir en mí, en ti.
Al final, mis labios me suplican de líquido para tanta aridez, es que a veces olvido empaparlos de cariño, resulto un tanto adusta, herencia de familia. Así que con mi pie derecho marcando el paso, pues el izquierdo no confía demasiado en mantenerme en equilibrio, me acerco a la cocina, y allí me espera mi bebida preferida, reclamándome más y más. De un trago vacío la lata, de la misma manera que me bebo la vida, a sorbos largos e intensos, dañando en ocasiones mi tráquea ante tanto desaliento, rozando el ahogo por tanto que callo. Me asfixia, y la tos de la lucidez me devuelve a la cocina y a mi nevera. Dejo la lata hundida y desangelada en el cubo de basura, igual que la alegría del día soleado amenazado por los nubarrones de una fiera tormenta, igual que mi regocijo de saberte y no tenerte, apagado por un océano de kilómetros insalvables a nado.
Vuelvo a mi habitación, no sin antes pasearme por el salón, buscando a tientas el termostato de la calefacción y, es que mi amante, el frío me sigue besando largo y húmedo, agrio como la leche caducada, un sinsabor que mata mis ganas de tanto amor. Deseo su huida, y necesito el calor para serle infiel. Regreso a mi cama, con la piel erizada, presiento tu presencia, te noto, te huelo como la hembra en celo. Enciendo mi móvil, en desespero agónica de perderte, intento abrir aplicaciones, siguiendo tu rastro, y por fin, te descubro, ahí estás con tus cariños acariciando mi cara, y abandonada a tus palabras, cierro los ojos para imaginar que me pierdo en tus brazos fuertes y tensos, besando tus ojos de gato, palpando cada poro de tu piel tostada por el trópico, y rozar tus labios sonrientes siempre, y carnosos de tanto vivido.
Pasan los minutos en un suspiro, tecleando letras de deseo, escribiendo expectativas, proyectos de vida, emoticonos de corazones para reafirmar nuestro compromiso, fotografías de momentos, sabiendo más el uno del otro, de su día. Olvidando mi dolor que aguijonea mis horas.
Transcurre una hora, y seguimos ahí, mirando la cara de la Luna, tú allí y yo aquí, en mi invierno florido por una primavera anticipada. Sin darme cuenta, el frío se retiró, buscando refugio entre las sábanas, corneado por nuestra lealtad.
Nos despedimos, tu nana hizo efecto en mi pensamiento, hipnotizando mis sentidos, besos, corazones y más besos. Para concluir en nuestra promesa, aquella que nació sin pretenderla, como nuestro amor, un choque de sentimientos encontrados que por arte de magia surgió de una chistera de conejo, para ilusionarnos de nuevo. Nos enredamos ante la multitud ajena, a nosotros, por que no la necesitamos para quemar tantas ganas. Pues, nos escuece su ingratitud, que sabemos lamer con nuestras lenguas ávidas de besos.
Y cierro tu imagen, encerrada en este móvil que me da una vida de esperanza, más allá de lo imposible, sin parar a pensar en el nuevo día que despunta en realidad.
Olvidado el frío por un instante, acecha de nuevo, respirando al unísono conmigo. Y como el ilusionista sacando la carta de su manga, le engaño con el calor de tus manos prendidas en mi mente.
Volveré a esperar la madrugada para coger tu mano.
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