La Princesa Yasevé

Blog Literario, desde el rincón de los olvidos

jueves, 19 de enero de 2017

Dicen que estoy enferma

Dicen que estoy enferma

Reflexión, relato
Pintura Vincent Cacciotti surrealismo, levitar, reflexionar, enfermar, pensamientos, sentimientos
Dicen que estoy enferma esos que se hacen llamar sanadores de cuerpos o quizás ¿¡médicos!? Los mismos que me dan una pastilla para la depresión ya que sentirse triste es síntoma de enfermedad. No saben que la tristeza se hereda de padres a hijos, generación a generación, porque en los genes está todo escrito sobre nuestras vidas pasadas y, claro está, sobre la futura. Tirando de memoria recuerdo a mi abuela, con su tez de porcelana y esos enormes ojos empañados por la nostalgia y la melancolía. ¡Y qué  decir de mi madre!, marcada en surcos por la apatía de una vida de trabajo y desilusiones. En fin, yo soy producto de ellas, y no de lo que los doctores diagnostican.
Dicen que estoy enferma porque necesito otra píldora para la ansiedad, ¡vaya! porque tener un gusano que se pasee alegremente o, no tanto, del estómago al pecho le llaman ansiedad. Mas creo yo que son las ganas y el ímpetu por querer y no poder, de exigirte y no exprimirte, de amar y ser correspondida, de luchar y querer ganar, de aceptar y cambiar. En fin, creo que de esta pastilla paso.
Dicen que estoy enferma porque, claro, necesito otro comprimido para dormir, ya que dicen esos doctores, que necesito descansar ocho horas diarias, y no saben ¡ay Dios! que tengo que ganarle horas al día para poder saciarme y alimentar el tiempo , conseguir los retos de cada minuto y lograr compartir cada pequeña de las palabras que se agolpan en el hervidero de mi mente y recoger los frutos de tanta dicha, y también, de tanta desdicha, porque mi vida como la de tantos es el cúmulo de tantas decisiones que se desviaron de mi destino y acabaron en el lodazal del infortunio. En fin, creo que no me es necesaria, mejor loca que dormida al mundo.
Dicen que estoy enferma, ¡vaya! otra pastilla más, ¡ah sí! para mis obsesiones, ya que esos médicos que sanan el cuerpo no consiguen curar las heridas de tantas decepciones, la adicción al trabajo, y claro, por supuesto, mi toxicomanía a las personas. Parece ser que amar y ofrecer lo mejor que tengo es una enfermedad, ¡bendita sea ella! pues me ha dado lo mejor que poseo, y aunque me ha robado la inocencia, aún me queda la confianza en volver amar. ¡Ah me olvidaba! este comprimido también es para que me vea guapa delante del espejo y me quiera un poquito. En fin, me parece que le rescindo el contrato porque no  conseguirán que deje de creer en el Amor y confiar en las personas, aunque me pateen el culo. De todas formas no logrará que me quiera más de lo que me quiero, será cosa de familia.
Si estos doctores sanadores de cuerpos y no de almas me consideran una enferma sin estarlo, les diré: ¡sí! soy una enferma, una loca, que no entiende la indiferencia de aquellos que no valoran unos buenos días. Una paciente que sufre por el dolor ajeno, de aquellos a quienes están cerca por muy lejos que estén. Una doliente de la ingratitud de tantos,  que más allá de ¡gracias! se limitan a girar la cara. Una aquejada de la incomprensión de muchos, porque ser diferente marca la diferencia para el oscurantismo y el abismo. Una afectada de la desidia de un mundo de conformismo donde ya no cabe la “revolución de las almas” y sólo existe el poder de querer. Una adicta a la introspección cuando la superficialidad y lo público se promociona en las redes sociales y el prejuicio es el primer mandamiento de una biblia de sinsentidos semilla de fundamentalismos y violencia.
En fin, soy una enferma del alma, rota por los desamores, los sinsabores y las desdichas, pero curada, sin las pastillas de esos doctores, de seguir confiando y amando, de sentir las mariposas de la ilusión y la esperanza a pesar de todo.
Seguiré loca porque cuerda ¡ay Dios! no encuentro mi lugar.
Refleión, relato
Marguerite Yourcenar, loca, destino, desafio, refleión, enferma, pensamientos, sentimientos

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