La Princesa Yasevé

Blog Literario, desde el rincón de los olvidos

jueves, 19 de enero de 2017

Perdí el norte. Regresé al sur

Perdí el Norte. Regresé al Sur

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No es fácil admitir que tocas fondo en todos los aspectos de la vida. No quieres ver, lo visible, ni escuchar ese ronroneo constante en tu cabeza avisándote que algo no va bien. Olvidas que eres persona y te abandonas al aislamiento y la desidia de un mañana incierto. Una llamada, una sola palabra puede hacerte reflexionar que es el momento de cambiar o de hundirte totalmente.
Perdí el Norte por breves instantes, la apatía, el aislamiento y la depresión consumían mis días sin esperanza en nada mejor por venir. Tan sólo una pantalla y un teclado me sirven para mantenerme en contacto con el exterior. La brújula de mi interior gira y gira sin rumbo cierto, perdiendo el Norte de mi cordura como referencia de vida. Pero en ese instante una voz por teléfono cambia el sentido de mi vida.
Me ofrecen la posibilidad de realizar un viaje, además con los gastos pagados. Mi primera reacción la negación. Pero tengo ciertos amigos tan insistentes que al final accedo. ¡Bendita decisión!
Un viaje en autobús, 10 horas, da mucho para reflexionar sobre qué haces allí montada con destino a no se sabe. En realidad si conozco el punto final del trayecto, pero el sentido y las emociones que me llevan a él son totalmente desconocidos. Mi destino, el Sur, volver a mi infancia, veranos de niñez de risas e incomodidades: el pueblo de mis ancestros. ¡Qué recuerdos!
Hija del Norte, nieta del Sur.
Ser recibida por esa sierra árida y yerma, por una cara y, verde de olivos y almendros, por la otra comulga con mi estado de ánimo. La alegría de llegar al fin y el pesar de mi abatimiento. Pueblo con casas encaladas pulcramente, semivacío, sólo los más ancianos mantienen la vida en sus hogares. Calles empedradas y en cuesta. Mi primera foto del recuerdo, ir en burro dentro de un capazo para llevar los cántaros de agua, por aquellos callejones, saludando a todo el que se cruzara. Pues aún en los pueblos se mantiene la costumbre de saludar aunque no te conozcan.
Fragancias y aromas de azahar, de claveles bermellones, de geranios que embellecen balcones que vivieron tiempos mejores y romero embriagador, inundan mis sentidos. Belleza en una palabra, instantes para no olvidar y escribirlos en mi piel.
El tiempo se detiene, transcurre lentamente, mortecino, pero mis ganas de embeber cada rincón, cada piedra, cada recuerdo me impulsa a correr contrarreloj. Misas, procesiones, viejas tradiciones ya olvidadas y enviadas al fondo de la memoria, aparecen en una ventana emergente de mi memoria. ¿Cuánta fe he perdido en el camino de mi vida? Pensándolo bien, toda. Ya no creo en mi Dios, ni en las personas, ni siquiera en el mañana. Más bien fluyo sin ilusión por un mar de decepciones, incomprensiones y falsos deseos.
 Miro esos viejitos, escucho sus rezos y  sus súplicas mientras contemplan con devoción a sus imágenes salvadoras. Tambores y trompetas, música celestial, momentos de exaltación, en mí nace una pequeña oración que arrala en mi interior.
¡Dios, acompáñame!
Fiesta grande, verbena hasta el amanecer, charangas y churros para despertar al nuevo día. ¡Cuánto olvido, cuánto recuerdo! Me dejo arrastrar por la calma, la relajación que transmite el pueblo, sus gentes, su cielo y empiezo a desechar aquello que me ha conducido a este Sur de viento envolvente, de luz brillante y exultante en el corazón, y de incienso que adormila mi demencia.
Nada ni nadie debe aniquilar tu esencia, tus momentos de vida, tus ilusiones ni esperanzas. Gente de pueblo que sólo esperan morir con dignidad, siendo ellos mismos, ajenos a nuevas tecnologías y desaires de políticos. Lección de humildad para mi ingrata persona que no sabe ver más allá de su ombligo.
Perdí el Norte. Regresé al Sur.

Blancas casas, cal de vida, arena de muerte
Calles de geranios invasores a los ojos de extraños,
sucumben al sentido de la vista, germinando colores de ilusión.
Repiques de campanas despiertan el alma a un nuevo amanecer,
Mientras los viejos arrastran sus rezos al cielo, lluvia de anhelos,
nubes de realidades.
Pueblo del olvido más allá de la memoria, renace
para gloria de mi persona.
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